A propósito del proyecto de ley en torno a la Violencia Obstétrica

Natalia Contreras, Frente de Género de Revolución Democrática y candidata a Concejal por la comuna de Santiago

Durante 2016 la Coordinadora Nacional por los Derechos del Nacimiento ha preparado un proyecto de ley sobre la Violencia Obstétrica. En este proceso de construcción lo que más impresiona es el desconocimiento sobre el tema a nivel general, que puede responder por una parte a una falta de compromiso con los temas de las mujeres, y por otra, a una crisis de la salud mercantilizada en Chile.
Muchas veces en el parto lo único importante es el resultado: “bebé sano y nacido vivo”, pero, ¿cómo fue el proceso que vivió esa mujer? ¿cómo se sintió después de este significativo momento? ¿se sintió apoyada y comprendida? ¿se respetó su voluntad?  Claramente es difícil ver o percibir el posible actuar violento en el parto si se gira en torno al resultado óptimo y la higiene. En más de una ocasión después de dar una charla o en una conversación cotidiana la gente nos pregunta “¿y cuál es la violencia?” “¿La luz encendida?”  “¿La cesárea?”
Es importante saber que hablamos de  violencia obstétrica  cuando las mujeres  no son   informadas ni se respeta su  voluntad sobre las decisiones del parto, cuando son  vulnerados sus derechos o ante  cualquier situación que atente contra su dignidad.  Por ejemplo no respetar el plan de parto, el suministro involuntario de oxitocina sintética, maniobras innecesarias, monitoreo continuo, cesáreas arbitrarias, restricción de libertad y movimiento, comentarios denigrantes, incluso la no entrega de la placenta si la madre lo solicita (si se cuenta con las condiciones necesarias de salubridad), o cualquier procedimiento que privilegia la eficacia, eficiencia y lucro por sobre un enfoque de derechos del paciente.
Estos ejemplos  van de la mano con los cambios generales que se han producido en el país producto del modelo neoliberal posdictadura.  Desde hace treinta años se viene generando una lógica que ha explotado la condición de “riesgo” y “prevención” que aspira a la salud perfecta a partir de un exhaustivo control sobre los cuerpos y el lucro en estos procedimientos.  La diferencia del parto sin embargo, es que no comporta en sí una enfermedad sino un proceso fisiológico natural. El exhaustivo control y tratamiento de la gestación y parto como una enfermedad genera las condiciones para la invisibilización  de las violencias obstétricas descritas anteriormente.
Cabe preguntarnos por qué la situación del parto se mantiene así. ¿Qué es lo  que permite que en Chile las cesáreas están presentes en alrededor de un 40% de los partos siendo que lo recomendado para la OMS es de 15%? ¿Cuáles son la razones que como sociedad no nos permiten darle la importancia vital que este momento requiere y significa?
El parto ha estado tanto tiempo en las manos de un grupo de expertos, que ya todos sus protocolos y saberes no le pertenecen a las propias mujeres, y se ha transformado en un evento de carácter quirúrgico que requiere de todo un equipo médico. Ese salto cuantitativo que se suponía debía disminuir la tasa de mortalidad materna, no estuvo acompañado de un correlato que permitiera conservar el conocimiento tradicional sobre el parto y el nacimiento, que centraba el proceso desde una visión integral en la figura de la madre.
En la actualidad dado el elevado índice de cesáreas, un gran porcentaje de mujeres son más espectadoras que protagonistas al dar a luz, dado que la práctica de la cesárea en sí misma implica el trabajo nulo del cuerpo (aunque nos hagan creer lo contrario).  Ser la protagonista del parto en nuestros días, así como cualquier otra actividad que posiciona a la mujer como centro de la expectativa, se ha transformado en una cuestión de poder y lucha por los derechos femeninos, pues lo que está en juego en definitiva es el deseo y voluntad de la mujeres.
Durante lo que queda de este año, esperamos contar con nuevos  socios que nos permita co-construir una propuesta legislativa que resignifique el valor del parto y los derechos que la madre tiene en todo ese proceso. Chile necesita que desde lo público se garanticen derechos y así también se democratice la información a la ciudadanía. Es por ello que escribo esta columna desde mi calidad de socióloga, de feminista y de mujer madre. Lo que se necesita no es solo un cumplimiento de derechos y deberes sino también de que nosotros estemos atentos a ellos y defendamos nuestras  decisiones.
Publicada en El Dínamo 
 

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