El partido del desorden

La opinión pública está castigando duramente a toda figura que detente poder y goce de algún privilegio. Las grandes coaliciones, el gobierno y el parlamento están en mediciones históricamente bajas de credibilidad ciudadana. ¿Es el proceso de reformas lo que nos ha llevado a esta situación? Creo que no. Hay errores en la gestión política y en la implementación de las reformas, eso es claro, pero no por eso deja de ser cierto el anhelo mayoritario por un Chile más justo y solidario; menos desigual; las demandas por una mejor educación; más y mejor salud; una nueva constitución y un rol más fuerte del Estado ante los abusos que siguen estando entre las primeras menciones de los problemas que aquejan a los ciudadano. Lo que se une también, el tema de la delincuencia con la extraña mezcla entre aumento de la inseguridad pero estancamiento de los delitos. Los medios de comunicación hace lo suyo, concentra agendas y nos dicen qué mirar.
Se llenan portadas con entrevistas a los políticos de ayer, a los custodios de la transición y a los intelectuales de la moderación y la prudencia. Si hay alguien que no quiere cambios es mejor que lo diga con todas sus letras y no caiga en eufemismos y medias verdades. La necesidad de cambios no le pertenece ni a un gobierno ni a una coalición, nos pertenece a la ciudadanía, tal como indica el último informe del PNUD “Los tiempos de la politización”, donde se muestra una elite que no ve necesidad de cambio a una mayoría que sí los demanda.
El nuevo round que se viene entre cambio y status quo es la reforma al sistema político a partir de las propuestas del Consejo Anticorrupción. Los partidos políticos con representación mayoritaria en el Congreso parecen aún no entender la gravedad y profundidad de la crisis. Como señaló el mismo Eduardo Engel: “Las medidas deben doler a los parlamentarios, es la forma de que se relegitimen”. Y ante esas medidas, muchos parlamentarios están demostrando su incapacidad de hacerle frente a la crisis de legitimidad de la política en su conjunto.
Lo que más llama la atención es el desalineamiento con los anuncios de la Presidencia de la República, de los parlamentarios de la Nueva Mayoría, y de los partidos que la apoyan, quienes han visto, en la baja en la popularidad de La Moneda y en el apoyo social a las reformas, una ocasión para aumentar su influencia, y así cambiarle el sentido a las medidas más dolorosas para ellos: reinscripción de militantes para sincerar los padrones; facilidad al surgimiento de nuevos partidos y financiamiento a la actividad política a cambio de prácticas democráticas internas; formación de cuadros políticos y educación cívica para la ciudadanía. Para qué hablar sobre la rebaja a las dietas parlamentarias, que la semana pasada sufrió un nuevo rechazo para siquiera ser discutida en la Cámara de Diputados, despertando odiosidades y descalificaciones contra los diputados Giorgio Jackson y Gabriel Boric que respaldan esta iniciativa.
Los que siempre castigan el desalineamiento de los demás, son hoy los que están impidiendo los cambios que se requieren para sanear el sistema democrático. Se han constituido en el partido del desorden. Desorden ante la emergencia de nuevos actores; desorden para mejorar sus prácticas internas; y desorden para prohibir tajantemente el financiamiento de las empresas a la política.
Lo que aún no entienden es que con cada una de estas acciones están desvalorizando la tarea que se les encomendó y su propia credibilidad ante la ciudadanía: representar los intereses de quienes los eligen. Se están representando a sí mismos y a sus intereses, y ni siquiera son capaces de respaldar las medidas que su propia Presidenta está impulsando. El partido del desorden está siendo funcional a los intereses de quienes no quieren que Chile cambie, y con ello están dañando aún más la función pública de la representación y la calidad de nuestra democracia que tanto dicen defender.
Sebastián Depolo, Coordinador Nacional de Revolución Democrática. Publicada en El Mostrador el 10 de julio de 2015.

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