“NO MAS AFP”, MAS ALLA DE LAS PENSIONES

“Debemos buscar entonces fórmulas que nos permitan avanzar tanto en mejorar las condiciones de vida de los que padecen el malestar, como en mermar el poder de los que lo producen, a través de la redistribución y el control democrático sobre lo producido socialmente.”

Por Jaime Peña (RD) y Daniela Salazar (Movimiento Autonomista)
Cuando millones salen a las calles, las respuestas no tardan en llegar. Editoriales de los medios de comunicación más importantes de la élite, una entrevista al creador del modelo y una cadena nacional de la Presidenta son sólo algunas de las formas del bloque dominante para responder al malestar incubado por uno de los pilares del neoliberalismo: el sistema de AFP. Lamentablemente, las propuestas anunciadas hasta ahora se restringen a morigerar los excesos, sin modificar la estructura del sistema previsional, y más aún, sin asegurar que en el mediano plazo existan buenas pensiones.
Frente al agotamiento del modelo y la incapacidad de los partidos de la transición para enfrentarlo, las fuerzas políticas emergentes tenemos la tarea de construir una propuesta común que nos permita avanzar desde el peticionismo a la constitución de una alternativa de conducción de nuestro país. Elaborar una salida al malestar con vocación transformadora, requiere ser capaces de correr los límites en los que se ha enmarcado el debate, problematizando las propuestas que comienzan a configurarse e incorporando perspectivas que no han sido incluidas hasta ahora, como la perspectiva feminista y materialista.

Por qué no basta con un sistema de reparto

Pasar de un sistema de ahorro privado forzoso a uno basado a lo menos en los principios de la de seguridad social supone la incorporación de ciertos elementos estratégicos. En ese sentido, planteamos que la demanda por un “sistema de reparto” sin apellidos, es insuficiente para avanzar en la democratización de nuestra sociedad, la redistribución de la riqueza y la colectivización de las tareas de cuidado, ejes centrales al momento de abordar el problema en su complejidad.
¿Por qué no basta con proponer un sistema de reparto para la tarea de redistribuir la riqueza? El reparto contributivo al basarse en la cotización de un porcentaje de los sueldos de las y los trabajadores, no es más que un proceso de transferencia de recursos entre trabajadores, no siendo una transferencia real de riqueza desde el gran capital al resto de la sociedad. Ya sea que el porcentaje sea aportado por cotizaciones de empleadores o trabajadores, el origen es el mismo, el salario de estos últimos.
Debemos buscar entonces fórmulas que nos permitan avanzar tanto en mejorar las condiciones de vida de los que padecen el malestar, como en mermar el poder de los que lo producen, a través de la redistribución y el control democrático sobre lo producido socialmente. El que hoy existan ancianos y ancianas con pensiones que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas es resultado de la acumulación de los grupos económicos a costa de negar la riqueza a quienes la crean: las trabajadoras y los trabajadores. Es por ello que nuestra propuesta táctica debe abogar porque el “reparto” no sólo sea entre trabajadores, sino entre clases. Una fórmula posible es implementar un fondo mancomunado de pensiones, con aportes de trabajadores, empleadores y Estado.
Para que un sistema de estas características realmente cumpla con la tarea de redistribución, se requiere una reforma constitucional que permita que el aporte del Estado provenga mayoritariamente de la tributación de los grupos económicos, por ejemplo, a través de un impuesto a la riqueza y a la herencia.
Por otra parte, considerando la necesidad de dar sustentabilidad al sistema previsional en el tiempo, requerimos pensar una salida al modelo actual que permita enfrentar los cambios demográficos en el largo plazo, lo cual se puede orientar estratégicamente para democratizar el desarrollo económico de nuestra sociedad. Un sistema mixto, con un componente constituido por el reparto, al que se sume un segundo componente de ahorro colectivo, con administración pública de los fondos y mecanismos de control social sobre la inversión ellos, dan la oportunidad de orientar el capital financiero hacia áreas estratégicas y potenciar modelos empresariales que vayan en línea con las necesidades de las grandes mayorías, dando poder a la ciudadanía sobre el modelo de desarrollo de nuestro país.

Las tareas de cuidado y sus efectos en los sistemas de pensiones

Nuestro horizonte será restringido, incluso avanzando en el punto anterior, si no consideramos un problema fundamental: la privatización de la reproducción de la vida, y en especial, de los cuidados.
La privatización y mercantilización de la vida de la vida hace inviable una vejez digna incluso con mejores pensiones. Sin derecho a la salud (hasta un 60% del sueldo de los ancianos se gasta en salud), sin cuidados colectivizados, sin espacios públicos y transporte hechos a escala humana, la vida de los y las ancianas se encierra en lo privado, siendo las familias, y en particular las mujeres (sus hijas), las que se hacen cargo de la tarea.
Las mujeres tienen pensiones más bajas no sólo por su precarización en el mercado laboral, sino también, por el tipo de trabajo al que son relegadas y las lagunas previsionales que tienen producto de las tareas de cuidados de hijas/os, enfermas/os, ancianas/os y parejas, que en nuestra sociedad recae sobre ellas. Estas tareas implican extensas jornadas de trabajo invisibilizado y no remunerado, y por supuesto, no digno de pensión. Cifras del año 2010 señalan que el 86% de los cuidado en Chile recae en mujeres (Estudio Nacional sobre la dependencia de personas mayores, 2010), lo que lleva a que éstas tengan largos periodos fuera del mercado laboral para enfrentarlos. Al ser consultadas, un 11% de las mujeres indican no trabajar por labores de cuidado en el hogar (CASEN 2013), cuestión que durante su vida productiva las mantiene en promedio 10 años fuera del mercado laboral (Cumsille 2015). Esto es tan significativo que se estima que las mujeres en Chile han estado sólo 40% de su historia laboral trabajando remuneradamente, dedicando el resto a labores domésticas y de cuidados (EPS 2009).
Para avanzar hacia una vejez digna para mujeres y hombres, se debe poner foco en la colectivización de la vida y comprender a éstas tareas como sociales y no individuales, no bastará así con aumentar las pensiones si los adultos mayores sigan teniendo que hacerse cargo de forma individual de sus vidas. Debemos para ello crear una estructura de seguridad social que, a través de los recursos ya redistribuidos, asegure mediante el Estado y las comunidades auto-organizadas prestaciones y bienes a los adultos mayores, para que éstos ya no dependan de su pensión y del cuidado que puedan o quieran darles sus familias para vivir una vida digna.
En síntesis, pensar una salida al sistema de AFPs requiere la capacidad creativa de todas y todos para proponer un modelo que no sólo aumente las pensiones- tarea irrenunciable-, sino que también cuestione y difumine los límites entre lo público y lo privado, lo productivo y lo reproductivo, permitiéndonos ampliar los límites de nuestra estrecha democracia a través de la redistribución de la riqueza y la colectivización de nuestras vidas.
Publicado en El Mostrador, el 6 de septiembre de 2016

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