Revolucionar la democracia para trascender

Si podemos hablar de algún triunfo de la dictadura en nuestro país, es la despolitización de la ciudadanía y la primacía de lo individual sobre lo colectivo. El ciudadano se ha volcado hacia los espacios más privados y ha dejado en manos de la élite política la administración del Estado, la generación de políticas y la definición del vida social.
La política se ha vuelto algo oscuro, lejano, irrelevante e incluso corrupto. Las razones son muchas y combinan prácticas con instituciones. Primero, los partidos políticos se reproducen y alimentan en un sistema clausurado y fuera del control del resto de la sociedad; segundo, esto se desarrolla con la anuencia de una institucionalidad que fomenta las estructuras cupulares y dificulta el surgimiento de nuevas fuerzas políticas. Los partidos han perdido el vigor y la urgencia para hacer los cambios que Chile necesita.
Si bien se han generado movimientos que exigen avances sociales, y ante ellos se generan pequeñas válvulas de escape y cambios, funcionan -fundamentalmente- para mantener el orden del sistema. Con el objeto de romper esta inercia las nuevas generaciones nos encontramos en la disyuntiva de tratar de renovar estas instituciones por dentro o intentar el camino largo y generar referentes propios para impulsar los cambios que el país demanda.
Ante este escenario, asumiendo la dificultad de cambiar las cosas “por dentro”, y con la convicción de que tenemos que recuperar lo público para la ciudadanía, es que desde Revolución Democrática hemos asumido la tarea de repolitizar los espacios ciudadanos, de valorizar la actividad política basándonos en una práctica transparente y democrática. Buscamos recuperar la capacidad de política y su cualidad transformadora porque queremos recobrar el sentido de lo colectivo, de lo público. Queremos que la sociedad reconozca que un cambio en su calidad de vida, en las cosas más cotidianas, pasa también por las decisiones que tomamos en lo político.
Que los partidos no hayan incentivado y construido relación con la base social durante estos años ha generado que naturalicemos la distancia entre base social organizada y estos. Pero esta falsa dicotomía es la que hoy plantean tres desafíos para Revolución Democrática: transformar la manera de hacer las cosas; convertirnos en articulador de las demandas sociales y generar agendas de cambios; y, a la vez, ser un movimiento con vocación de mayorías. En función de estos desafíos hemos organizado nuestro movimiento. Nuestra base son los territorios y tanto nuestras comisiones de contenido como nuestros frentes de acción tienen como mandato relacionarse con nuestros espacios locales para alimentarse en la interacción con la ciudadanía.
La elección de Giorgio Jackson como diputado por Santiago, nos ha mostrado un camino. Con pocos recursos económicos, pero con muchas personas y talentos hemos volcado nuestros esfuerzos por generar espacios de participación con la ciudadanía y construir un sólido programa parlamentario. “Dejando los pies en la calle”, escuchamos, conversamos, convencimos y nos comprometimos con los vecinos de Santiago. Así ganamos, haciendo política y no comprando votos con ofertas y dádivas.  Ese 48% de votación nos impone la responsabilidad de profundizar nuestras prácticas democráticas y de diálogo y convertirlas en un sello del trabajo político de Revolución Democrática. “Vamos por ancho camino”, y aunque largo y trabajoso, solo así seremos una real alternativa política para Chile.
*Tatiana Urrutia, miembro de la directiva de Revolución Democrática.
Fuente: www.pulso.cl

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