A 40 años: significado y lecciones aprendidas

A 40 años del Golpe se multiplican los testimonios, las publicaciones y los programas televisivos para informar sobre los hechos luctuosos de 17 años de dictadura. Esperamos que contribuyan a profundizar una democracia que sea sustentable, y que tenga, entre otros fundamentos, el compromiso nacional de un NUNCA MÁS.
Chile se divide cada vez menos a la hora de condenar el golpe y sus años de dictadura. Personeros de la derecha piden perdón públicamente. Las respuestas son inmediatas por parte de la candidata presidencial de la Coalición, aludiendo a sus inocentes 20 que, al parecer, se extendieron por los 17 años de violación de los DDHH.
Quienes persisten en salvar la imagen del régimen más criminal de la historia de Chile, avalado por intereses de grupos económicos y políticos que fueron cómplices de tales crímenes para maximizar sus ganancias, se apoyan en el poder comunicacional heredado de la dictadura y consolidado durante la Concertación. Sin embargo, ya hay señales de que la historia no los absolverá aunque intenten con artimañas eludir sus responsabilidades.
Todos estos antecedentes, sin embargo, no son suficientes para aprender de la historia trágica de Chile. Más allá de esta derecha retrógrada y que avaló métodos inhumanos para imponer su injusto sistema, los sectores democráticos del país expresan su disposición para reflexionar respecto al pasado fatal. De esta reflexión debería surgir la unidad necesaria para hacer de Chile un país cada vez más justo, equitativo, democrático participativo y sustentable.
Desde uno de sus territorios, Revolución Democrática se ha dedicado, a través de una serie de Conversatorios titulada “40 años Íntimos”, a dialogar reflexivamente -con testimonios de sus jóvenes y sus viejos- sobre el significado del golpe de Estado y de la dictadura, y a identificar lecciones aprendidas. A continuación compartimos algunos de estos aprendizajes, en las voces de sus protagonistas.
El significado del Golpe
El golpe de Estado responde, entre otras cosas, a años de intervencionismo extranjero y especialmente de EEUU (ITT/CIA) para desarrollar modelos económico-sociales afines a sus intereses y al de las clases dominantes del país. Este poder tras las sombras permitía el desarrollo democrático nacional mientras no fueran afectados sus intereses: “Los intereses del gran capital son mucho más fuertes de lo que imaginamos muy inocentemente”, dirá un testimonio.
Los sectores dominantes de nuestra sociedad subdesarrollada no fueron capaces, por su parte, de “dar el salto desde la tribu cerrada a la gran familia de la patria amplia y diversa, asumiendo la pura entrega y el dictamen de la justicia histórica”. Los contenidos de sus plegarias en misas de domingo, o los discursos de campaña electoral, eran fruto de la hipocresía y la demagogia para legitimar –como lo hacen hoy día- sus afanes hegemónicos.
Las fuerzas de izquierda aportaron lo que necesitaba la derecha y el entonces llamado “imperialismo” para asestar el “golpe”,  a través de su accionar disruptivo e ignorante de la necesaria unidad. La izquierda, desarticulada, no fue capaz de subordinar sus intereses particulares y/u organizacionales al propósito común.
Si bien “Allende representó el paradigma de la revolución por la vía pacífica, con valores que hoy se han olvidado (…), la gesta UP tuvo en su seno el germen de la destrucción por la tozudez de algunos líderes, la fragmentación de alternativas, cargos directivos entregados según repartición política y no por méritos, por infantilismo revolucionario”. Estos factores contribuyeron a fragilizar la necesaria gobernabilidad.
A la UP, entonces, no le fue posible revertir la cadencia esclavizante de la historia de Occidente, marcada por revoluciones y contra-revoluciones. No pudo invertir duraderamente el dominio hegemónico, ni mucho menos arribar a la sociedad sin clases; sino que  únicamente consiguió “el vuelco de las fuerzas dominantes y la victoria de unos poderes nuevos sobre unos poderes viejos, al menos por 1000 días”.
Lecciones Aprendidas
El proyecto pacífico e institucional de Allende tenía tal trascendencia revolucionaria en el mundo, en tanto cambio de sistema que abría las puertas de las decisiones políticas a los “trabajadores de la ciudad y el campo”, que era improbable que los poderes fácticos internacionales y nacionales dejaran que el “socialismo a la chilena” siguiera su curso democrático.
La UP de Allende estuvo tensionada por distintos proyectos de los distintos, ansiosos, actores de esta historia; tanto por la identificación con el “fantasma del comunismo”, como por modelos revolucionarios ajenos a la realidad nacional. Contra esto, la UP no supo dar claridad al sentido republicano de la “vía chilena al socialismo”, pese a los intentos de su líder, Salvador Allende.
Las diferentes fuerzas de una izquierda en conflicto deberían haber tenido presente que la fuerza de la revolución está en la resolución democrática de sus diferencias; en su coherencia, disciplina, valentía, estrategia e inteligencia. En la subordinación de sus intereses particulares o partidarios a los destinos de los sectores sociales que representan y que se expresaron en mayorías electorales. No era sólo la voluntad autodenominada como “revolucionaria” lo que iba a permitir construir una nueva sociedad.
Si se imponen estas tendencias, las revoluciones fácilmente se transforman en elementos del andar histórico que serán vencidas, ya sea por la contrarrevolución oligárquica, o bien por los vicios internos de la práctica del poder. Esto hace pensar en un destino manifiesto que, de no aprender del pasado, se transforma en una arista inevitable de la tragedia humana.
Para tener una nueva oportunidad, es crucial aprender de los errores cometidos. Entre otras cosas, se vuelve imperativo apropiarse de los preceptos de la democracia participativa, de forma de subordinar los intereses políticos mezquinos a la deliberación colectiva. Se transforma en un deber dar batalla, levantarse del barro, del fracaso de un proyecto, emprender la recuperación de lo usurpado y encontrar una salida posible al período de inmovilidad aparente en el cual nuestra sociedad, como tantas, se encuentra sumida.
Por Coordinación territorial La Reina-Peñalolén
 

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