Marcha. Cartel "El pueblo exige dignidad"

*Columna* |COVID- 19: Oportunidad de inflexión para las y los trabajadores

Este año 2020 quedará marcado por la pandemia globalizada provocada por el COVID 19, que ha alcanzado un importante número de personas afectadas en la mayoría de los países y continentes, mientras el capitalismo parece reinar prácticamente en todo el planeta. Si bien este capitalismo del siglo XXI ha mostrado significativas crisis, logra reponerse permaneciendo su denominador común que es el crecimiento económico de pequeños grupos de personas ya sin banderas, en la medida que puede optimizar la ganancia con mano de obra barata en el país que lo permita, es decir, fragilizando las condiciones laborales de trabajadores y su capacidad de respuesta organizada.

La segunda década de este siglo también nos hace convivir con una serie de tecnologías como es la inteligencia artificial -IA-, la robotización, el dinero digital entre otros, poderosas herramientas que no contienen un sentido ético-moral en sí mismas, sino que están al arbitrio de quienes las utilizan. Se observan avances, retrocesos y oportunidades; un ejemplo a observar es la “conducción autónoma” ya presente en la minería y que en el mediano plazo generará pérdidas de millones de puestos de trabajo tanto formal como informal. Esto alcanzará a conductores de camiones, transporte público, repartidores de todo tipo, cuya conversión será compleja si no existe un real interés en ello. Las reales oportunidades que se abren con las nuevas tecnologías es una incógnita a resolver en el corto plazo ¿se asignará mayor valor a la ganancia económica o a la calidad de vida de la población del planeta? Es tal vez, la oportunidad que puede ofrecernos el actual drama sanitario.

Mientras tanto en Chile asistimos a la real cara del oficialismo expresado sin tapujos en el manejo de la pandemia calculando cuidar los intereses empresariales, llegando así tardíamente con las medidas necesarias, con manejo comunicacional controlado, acallando las voces disidentes y dividiendo organizaciones que han salido con fuerza, como vimos a la dirigencia joven del Colegio Médico.  Las y los trabajadores del sector privado o público, hemos sido tratados como una piedra en el zapato de fácil remoción. Ello se expresa con total nitidez y a modo de ejemplo caricaturesco en el famoso dictamen que defendiera la directora del Trabajo, respecto a dejar al arbitrio de empleadores la relación contractual y el pago de remuneraciones a sus trabajadores. 

La lógica que permanece en nuestro país y que desfachatadamente ha mostrado estos días la derecha, es la misma expuesta en El Ladrillo cultivada desde la dictadura en que se instauró un modelo económico a ultranza, logrado por la fuerza de las armas que contuvo cualquier estallido social. Así fue como nos mantenemos en la doctrina neoliberal que asigna al mercado el papel de actor central en todos los planos de la actividad económica y social, cercenando derechos sociales y una real política pública para las y los chilenos, cambiándolas solo con una ayuda puntual o subsidios principalmente en dinero que los habilita para consumir, así sea por un corto plazo. La ideología encubierta es el consumo y el individualismo, que hoy se expresa incluso en aquellas personas diagnosticadas positivas al Covid y que no guardan cuarentena, en una muestra de total desapego por el “otro como un legítimo otro”.

En esta lógica se comprende la no casualidad que el gobierno desde marzo pusiera con premura en el Parlamento, leyes laborales que son golpes a las y los trabajadores, a sus precarios derechos laborales y sin consideración a sindicatos o asociaciones de trabajadores. La derecha chilena no pierde su norte respecto a identificar los factores claves que movilizan o paran un país y surge a la caza para amarrar de pies y manos lo que suponen incapacidad del tejido social para articularse, tratando de pasar aplanadora con cada cosa que logran instalar. Es claro que todas estas acciones apuntan al mismo objetivo, que es lograr que trabajadoras y trabajadores estén atomizados, ocupados en su mera sobrevivencia, encerradxs en condiciones cada vez más precarias, evitando las interacciones humanas que generan los sindicatos y marchas que complican al empresariado, porque ponen sobre el tapete esas “inexplicables” necesidades humanas.

Es cierto que el movimiento de trabajadores de las últimas décadas acumula debilidades y distorsiones que podrían hacer lenta la reacción colectiva, pero tiene una historia de conquistas de derechos, desde la época del salitre hasta contar con un programa de gobierno en los 70. Esta pandemia ha permitido que una gran mayoría está visibilizando la raíz del problema, dado que ha sido nítido como se dictan leyes que precarizan las relaciones laborales, no se otorgan respuestas completas en la salud de la ciudadanía tomando decisiones lentas, cautelando el crecimiento de la economía por sobre la salud y la vida de cada chilenx y un gobierno que busca fracturar metódicamente el entramado social, haciendo oídos sordos a las necesidades de la población.

Pasada la cuarentena, asistiremos a una recesión económica mundial que obligará a buscar nuevas salidas y construir un país para sus habitantes. Empieza a ser el tiempo de generar profundos cambios en beneficio de las personas y nuestra real calidad de vida; para ello sacaremos experiencia de lo que estamos viviendo, dejando de lado el individualismo y el consumo, conjugando los verbos en plural, nosotros organizamos nuestra localidad, estructuramos sindicatos y similares. La invitación es a darnos cuenta que no son las personas quienes han fallado, sino que un modelo económico insostenible y que debemos superar con urgencia.

Se abre la oportunidad de reconocernos que mayoritariamente aportamos con nuestro trabajo al país y por tanto, escribiremos juntxs nuestro futuro. Se coloca ante nosotros la oportunidad de construir organizadamente profundos cambios.

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