*Columna* | “Elige vivir sin drogas”, anacronismo populista

Hace unos días Sebastián Piñera anunció el plan “Elige vivir sin drogas”, que a la vista de lo ofrecido, pareciera una transmisión llegada desde un pasado muy remoto. Así de anacrónica es la propuesta presidencial, que bajo la apariencia de tomar el modelo de Islandia para abordar el consumo problemático psicotrópicos, es apenas un superficial re-lanzamiento de la fracasada “Guerra contra las drogas”.

El plan se enmarca dentro de la ceguera contumaz del actual gobierno en torno a las adicciones, centrada más bien en “rascar donde no pica”, antes que en los verdaderos problemas. Esto es claro, si se observa, por ejemplo, en el énfasis que se pone en el consumo de cannabis en jóvenes, cuando los mismos estudios del Senda muestran que, desde la despenalización en 2015 del consumo personal de la planta, se ha producido una baja en su uso juvenil, (páginas 7 y 14 del XII Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, 2017). Por el contrario, ese mismo estudio muestra que el verdadero problema es, una vez más el consumo de alcohol y tabaco. Pues bien, porfiadamente, el gobierno actual elige vivir sin ciertas drogas, y otras son rebajadas en su verdadera peligrosidad.

Expertos como Eduardo Vergara, del Observatorio de Seguridad, ya apuntaron a otro aspecto, que es la insuficiencia presupuestaria de la propuesta. Con poco más de 500 millones de pesos, incluso el mismo director del Senda, Carlos Charme, tuvo que salir a explicar apresuradamente, diciendo que esa cifra es sólo para estudios previos, cosa que Piñera mismo no dijo en su anuncio.

Tomar a Islandia como modelo suena bonito como cuña, pero un conocimiento de dichas políticas indica que lo ofrecido está lejos de seguir ese ejemplo. Con el mensaje al país de Piñera, fuimos sometidos una vez más a un discurso lleno de lugares comunes y estigmas. La “familia” como fetiche y panacea universal, en un país donde una multiplicidad de modelos de convivencia familiar son aún un tema pendiente en las políticas públicas; el “flagelo de las drogas” como cortina de humo de los factores socioeconómicos que condicionan su uso problemático; el silenciamiento sobre políticas mucho más actuales, como la de reducción de daños, que es el modo en que las democracias más avanzadas están enfrentando el problema. Y así, los “peros” que se le pueden encontrar a la propuesta piñerista suman y siguen.

En definitiva, el anuncio del plan “Elige vivir sin drogas” suena como un volador de luces, que se hace cargo sólo de la superficie de un problema serio. Una verdadera política de drogas debe apuntar al verdadero lugar, sin sesgos ideológicos y sin populismo. Al parecer, algo difícil de ofrecer por este gobierno.

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