*Columna* | Rumbo a la COP25: la farsa del presidente Sebastián Piñera

El pasado 23 de septiembre, en la Cumbre sobre Acción Climática, el presidente de Chile Sebastián Piñera fue reconocido en Nueva York con el premio anual “Global Citizen Award” por el centro de pensamiento Atlantic Council, en particular por “su liderazgo innovador para abordar el cambio climático“. Chile, donde se realizará la COP25, está hoy día en el top 16 de los países más vulnerables al cambio climático según el Informe Global Climate Risk Index 2019, su matriz energética depende en un 40% del carbón y la actividad desregulada de varias termoeléctricas ha generado en Chile “zonas de sacrificio”, donde el aire está contaminado con partículas emitidas por las industrias locales a niveles peligrosos para la salud humana, intoxicando niños y niñas. En esas condiciones, que se haga entrega de este reconocimiento a un Presidente cuyas políticas en materia ecológica y de justicia ambiental han mantenido las desigualdades y puesto en peligro nuestros recursos naturales es por lo bajo una farsa. Para nuestro idioma, una farsa puede ser una obra de teatro cómica, de carácter satírico o una acción realizada para fingir o aparentar. En cualquiera de los dos significados, las políticas del gobierno se ajustan a estas definiciones. 

Es una farsa que nuestro presidente aún se niegue a firmar el Acuerdo Escazú, el cual podría dar garantías al pueblo chileno del compromiso del país con el desarrollo sostenible y la justicia ambiental.

Es una farsa que haya ejercido presión para la aprobación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) que otorga a las empresas activas en Chile el derecho de atacar en tribunales internacionales políticas nacionales que vayan en contra de sus intereses económicos, como podrían serlo medidas de protección de recursos naturales.

Es una farsa que haya pedido disculpas públicas en esa cumbre hacia las llamadas zonas de sacrificio pero que la única respuesta para tomar cartas en el asunto sea hacer oído sordo al fallo de la Corte Suprema de una de esas zonas, prolongar 20 años más la actividad de esas industrias y anunciar el cierre de 8 termoeléctricas de las cuales 4 ya habían anunciado su cierre sin presión del gobierno.

Es una farsa que en Chile el agua sea considerado como un bien privado, que siendo unos de los 18 países en el mundo con mayor estrés hídrico el gobierno esté buscando fomentar una carretera hídrica y apruebe la destrucción de los glaciares.  

Es una farsa que frente a los daños generados en tierras plantadas con monocultivos por graves incendios en años anteriores, el gobierno proponga una reforestación con pinos y eucaliptos y no con bosques nativos, reduciendo también la disponibilidad hídrica en las zonas de reforestación.

Chile tiene muchos líderes en la promoción de un desarrollo justo, ecológico, sostenible, como lo es Rodrigo Mundaca que fue reconocido hace pocos días en Alemania con el Premio Internacional de Derechos Humanos de Núremberg, o como lo son los dirigentes sociales locales cuya vida peligra todos los días por defender el derecho a la vida en nuestro país. A la ciudadanía chilena se le debiese reconocer por su ambición contra el cambio climático, no su gobierno. Por nuestra parte, quienes queremos realmente un país justo y respetuoso de sus recursos naturales y del planeta seguiremos movilizados y estaremos este viernes 27 en las calles en la huelga mundial por el clima para que nuestro gobierno como los demás se comprometan en serio con la emergencia climática. El tiempo se acaba, no hay planeta B.

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