*Columna* | Amulepe Taiñ Weichan

Estamos ante la posibilidad histórica de reencuentro y reconciliación para el Chile que queremos construir. Sería iluso creer que este proceso se ha limitado sólo a lo sucedido desde octubre a la fecha, estaríamos omitiendo una de las fuerzas más fuertes en nuestro país, los pueblos originarios.

Según el último Censo del año 2017, un 12,8% de la población censada se identifica como parte de un Pueblo Originario, siendo un 9,9% Mapuche. Decidir no incluirles como actores principales en la Nueva Constitución, significa no reconocerlos, prescindir de su propia institucionalidad y de sus legítimos representantes, quienes nos han dado históricamente catedra de consecuencia, convicción y resistencia.

Para que la participación de Pueblos Originarios sea una realidad, debemos aceptar que en la historia de Chile nunca fueron mencionados, la palabra indígena no está escrita, por ello la necesidad de que por primera vez tengan participación asegurada mediante escaños reservados es primordial.

Cuando hablamos de Plurinacionalidad, no nos referimos únicamente a lo poético, sino a lo reivindicativo, nos referimos a la nueva fisionomía que tendrá nuestro Estado y también a la forma en que nos relacionamos “entre naciones”.  Llegar a este momento, históricamente tan significativo para nuestro país, y enfrentarnos a una Nueva Constitución con los Pueblos Originarios, no es improvisación. Significa poner en marcha todo lo trabajado y demandado de forma histórica a un Estado que hizo oídos sordos a un debate nacional que va mucho más allá que los últimos 40 años. Los Pueblos Originarios son patrimonio Cultural de la Nación chilena, un título que se queda sólo en lo estético cuando aún no han podido ser parte de una Constitución, cuando su reconocimiento ha sido empañado por la sangre derramada, la persecución y el hostigamiento diario.

Nos reescribiremos como pueblo indígena, mestizo y plurinacional, con todas y todos.

Wewaiñ.

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