*Columna*|Día de la Madre: chocolates y flores por sostener gratuitamente la vida

Siguiendo la tendencia que está presente en muchos países del mundo, en Chile el próximo domingo se celebrará el Día de la Madre. Sin desconocer la importancia social de ese día ni las formas de celebrarlo, el contexto en el que se dió origen a dicha tradición nos puede decir mucho acerca del por qué a nuestro país le interesa celebrar a las madres, y no simplemente a las mujeres. En Chile, se estableció esta fecha en dictadura mediante el decreto supremo 1.110, para celebrar a todas las madres del país por “el alto valor que la familia representa para el pueblo de Chile“. Con esta definición, queda claro que lo que se busca celebrar de las madres es su valor simbólico en relación a la familia. El cuidado entregado a cambio de nada y el amor incondicional en todo momento no tienen que ver con el valor propio que tienen esas mujeres. Esto devela que nos importa más la existencia de la familia y el rol de las madres en el sostén de las mismas.

¿Por qué? Digámoslo sin eufemismos: nos interesa la familia porque es el núcleo social mínimo que produce fuerza de trabajo y echa para adelante la economía del país. Mujeres que de forma no remunerada dedican su tiempo y su esfuerzo en proveer salud, educación y bienestar a su familia, para que sus esposos puedan ir a trabajar y que sus hij⭑s puedan ser futur⭑s profesionales. Y cuando me refiero a la familia, me refiero específicamente a la familia hegemónica biparental heterosexual. Aquellas que se alejan de este estándar no cumplen tanto, a ojos de nuestro modelo, con esta función productiva. Qué conveniente para nuestra economía, ¿cierto? Disponer de forma gratuita de mano de obra para mantener las actividades productivas como si fuera un recurso meramente material e inagotable cuyo cuidado se entrega a las madres en el ámbito privado o bien a instituciones públicas de forma mal remunerada. 

La actual crisis del Coronavirus está dejando al descubierto esta división sexual del trabajo, en que a las mujeres sólo por nacer como tales se les envía al frente en tiempos de crisis reproductiva. Enfermeras, psicólogas, profesoras, todas tienen abuel⭑s, niñ⭑s, personas vulnerables que de repente necesitan cuidados especiales y constantes. Mientras las infraestructuras colectivas de cuidado cierran y l⭑s trabajador⭑s buscan desesperadamente cómo sustentar a sus familias, las horas no dan y las familias se ven expuestas a una encrucijada: elegir entre cuidarse en casa, o seguir generando ingresos para llegar a fin de mes. En este dilema, las madres se ven sin herramientas porque ellas son las que en última instancia sostienen la vida en el país.

Adicionalmente, vemos cómo la crisis devela también una contradicción propia de esta división sexual del trabajo: si nos interesa tanto que sean las mujeres quienes se hagan cargo de las familias, entonces: ¿Por qué los estudios sobre desigualdades y pobreza muestran que las mujeres son mayoría en los sectores más vulnerables del país? Si es tan importante el rol de las mujeres en la producción de fuerza laboral, ¿Por qué no se les asegura condiciones materiales para cumplir con sus labores reproductivas? Al menos sería coherente, a defecto de ser justo. Pero no: las empresas que tanto descuento y ofertas publicitan para el día de la madre no pestañean a la hora de despedir o suspender a sus trabajadoras, incluso, cuando estas se encuentran embarazadas o con fuero maternal, como bien lo vimos en el caso de Starbucks. En línea con lo anterior, el INE reportó a fines de abril una tasa de desempleo de 8.4% durante el primer trimestre del 2020. La estadística desagregada por sexo muestra que las mujeres encabezan la pérdida de trabajo con un 9.7%, demostrando la alta precariedad de su cotidiano.

Otra forma en la cual se materializa esta contradicción guarda relación con la gestión institucional de la crisis. Hasta el momento, los bonos entregados han sido insuficientes para permitir a las familias sobrevivir, siendo que 4 de 10 mujeres son jefas de hogar. Los fondos del Seguro de Cesantía no dan abasto y no consideran la alta ocupación informal donde, una vez más, las mujeres son mayoría. El sector oficialista se niega a una Renta Básica de Emergencia que daría seguridad económica a millones de personas, siendo que la mayoría de los beneficiarios serían mujeres. Se siguen protegiendo las AFPs cuando arriesgan la subsistencia de millones de pensionados, siendo que las mujeres son quienes se llevan las peores pensiones producto del no reconocimiento del tiempo dedicado y trabajado a sus familias. Es decir, no solamente las mujeres deben hacerse cargo del bienestar y la salud de familia de forma gratuita, sino que tienen que hacerlo a pesar de todas las dificultades que el Estado y las empresas les ponen. Son primera línea en la contención de la crisis y primeras víctimas de la misma.

Esta crisis nos urge, entonces, a repensar el ordenamiento de nuestra sociedad. Las familias no pueden seguir siendo esclavas de un sistema económico que cree que puede crecer infinitamente sin consideración alguna por las personas que lo sostienen ni los recursos que usa. Necesitamos un modelo que ponga la protección de la vida digna de las personas antes de los intereses económicos del 1% más rico de Chile. Para ello necesitamos entender las labores reproductivas como tareas colectivas y no como responsabilidad de un grupo poblacional específico -las mujeres-. ¿Cómo se vería nuestra sociedad, con un sistema nacional integral de cuidados que se hace cargo de forma integrada de los menores, personas mayores, dependientes, en situación de calle y de violencia? ¿Cómo afectaría a esta división sexual del trabajo una educación feminista que combatiera desde las edades más tempranas los estereotipos de género y el sexismo? ¿Cómo se vería mejorada la corresponsabilidad en el hogar con una jornada laboral reducida, salarios dignos y otras políticas económicas y laborales que compatibilicen sin precarizar las responsabilidades familiares con las actividades productivas económicas?

Esto no es imposible. Hace apenas dos meses, aunque parezca una eternidad, millones de mujeres llenaban las calles de todo Chile exigiendo vida digna. Las mismas que ganaron que la Nueva Constitución la pueda redactar un órgano con la presencia de un 50% de mujeres en sus integrantes. Las mismas que hoy se están organizando de forma solidaria para alimentar y cuidar a sus comunidades. Apostemos alto y aprovechamos la oportunidad que nos ofrece esta crisis para cuestionar nuestro modelo y transformarlo.

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