*Columna*|Una crisis en 40 metros cuadrados

El virus que llegó a Chile desde el barrio alto de Santiago hoy ya se encuentra esparcido por todo el país, y con una velocidad creciente en los sectores más populares. Y es que no iba a ser de otra forma; con una alta tasa de contagio, el Covid-19 se disemina con mayor rapidez en zonas donde el hacinamiento hace imposible el aislamiento social.

No son pocos los reportajes de televisión que han mostrado a familias completas de 11 a 15 miembros viviendo bajo un mismo techo en no más de 40 m2. Espacios reducidos entre cuatro paredes donde la falta de intimidad no sólo afecta la convivencia, sino que también allana el camino hacia la violencia. Y si el encierro con 15 personas no fuera suficiente, podemos agregar la incertidumbre económica que viven estas familias. Con trabajos informales, puestos en ferias y ocupaciones en servicios, son el grupo más afectado por la crisis. Día a día deben enfrentarse al difícil dilema de elegir entre la salud de sus familias y la necesidad de salir a buscar ingresos que les permita financiar sus necesidades básicas. 

Esta realidad siempre se presenta en las mismas comunas. Lo Espejo, Puente Alto, Cerro Navia, La Granja, El Bosque, Maipú, Estación Central, Santiago y Peñalolén, por nombrar algunas, muestran la cara más cruda de esta crisis. Son en estos lugares donde se multiplican las ollas comunes, los centros de acopio y comienza a colapsar el sistema de salud por el temido Coronavirus. Ni hablar de la realidad en regiones, donde gran parte de las localidades cuentan con reducidos servicios de salud y su capacidad de enfrentar la crisis es acotada.

Este es el Chile que explotó el 18 de octubre y que necesita cambiar en los próximas décadas. Nuestro primer paso fue alcanzar un acuerdo histórico para cambiar la Constitución de Pinochet y establecer un mecanismo hacia un nuevo pacto social donde  los pilares centrales sean la paridad de género, democracia e inclusión de los pueblos originarios. 

El siguiente paso tiene que ser la disputa del poder local.

Hoy más que nunca la ciudadanía está pidiendo alcaldes y alcaldesas que se preocupen de la calidad de vida de los vecinos y vecinas con un nuevo modelo de gestión local participativo, horizontal, colaborativo y, por sobre todo, con liderazgos dispuestos a escuchar. Es esta forma de abordar las municipalidades en Chile la que nos permitirá no solo seguir conociendo la realidad profunda de millones de personas que hoy no reciben los frutos del desarrollo, sino que también fortalecerá nuestro proyecto político de cara a la gente que espera más de nosotros en el ámbito de la administración y gestión.

Asimismo, podemos ver cómo los gobiernos locales han asumido una posición de liderazgo frente a la crisis y han puesto en el debate público la realidad cotidiana de muchos vecinos y vecinas. Hoy son los ediles quienes cuentan con una mayor aprobación y legitimidad, como resultado de su involucramiento diario en los problemas de la gente, convirtiéndose en figuras fundamentales de la revalorización de las políticas públicas y el rol como servidores públicos.

Desde su nacimiento, Revolución Democrática ha buscado revalorizar la política como herramienta de transformación social. Hoy la disputa de lo local abre una nueva cancha donde empezar a plasmar nuestras convicciones. Debemos reforzar la importancia de lo local y construir los cimientos para que en el futuro no volvamos a lamentar una crisis en 40 metros cuadrados.

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