*Editorial* | Pacto Migratorio: El mensaje artificial y decepcionante del Gobierno

Con tristeza e indignación nos enteramos esta semana que Chile no suscribiría al Pacto mundial por una Migración Segura, Ordenada y Regular propuesto por la ONU, al que adhirieron más de 160 países. También con sorpresa, pues la postura del mismo gobierno durante todos los meses anteriores a la firma fue de no restarse porque nuestra política migratoria estaba “en perfecta armonía con la declaración de NY y el pacto migratorio mundial”.

Fue una noticia decepcionante. Con ella, nos sumamos a una triste lista de naciones sumidas en el populismo nacionalista que intentan sacar rédito al indesmentible miedo que se asocia a los procesos de migración como EE.UU., Polonia, Hungría, Israel… y ahora Chile, entre otros. Todos con un denominador común: una lectura poco amigable y nociva de los Derechos Humanos que obviamente no compartimos ni compartiremos. 

Migrar es una actividad humana inmemorial. Ha existido siempre. Está consagrado en tratados internacionales y declaraciones desde hace muchos años, por tanto, muchas de las recomendaciones que incluye este texto ya existen en tratados previos. ¿Dónde están los puntos que supuestamente podrían dañar nuestro orden jurídico y soberanía? Pues no están. ¿A qué nos obliga? Pues a nada en concreto, porque es un pacto, no un tratado. 

Entonces, ¿cuál es la importancia de adherir a este Pacto Mundial por una Migración Segura, Ordenada y Regular? Que nuestro país, en medio del esfuerzo internacional por reafirmar Derechos Humanos básicos para todos y todas, prefiere tomar una decisión basada en una mirada miope, artificial y decepcionante. Significa que al final nos vamos a estar aislando de herramientas para una migración ordenada, segura e irregular.

Lo que ha hecho el Gobierno, con un bochorno diplomático internacional y descoordinación en el gabinete poco alegre, no es más que enviar un mensaje mediocre, que nos aísla del mundo y no hace más que azuzar pensamientos nacionalistas para recuperar una agenda comunicacional cuando estaba débil. 

Usar la migración, un fenómeno que ciertamente no hemos sabido administrar pero que es un derecho intrínseco y reconocido sin aspavientos por Revolución Democrática y el Frente Amplio, como moneda de cambio para sumar unos puntos en las encuestas y para recuperar atributos de control y orden sobre la ciudadanía es además deleznable. Está escrito en nuestra historia, nuestro himno y nuestro diario vivir. 

Como partido no podemos dejar avanzar a quienes pretenden decir que migrar no es un derecho, a quienes creen que ella amenaza nuestro bienestar y seguridad. Pues es todo lo contrario: la migración nos permite desarrollarnos, reconstruirnos como sociedad y nos convierte en una comunidad más rica y mejor. 

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