Por mí y por todas mis compañeras

Estefanía Andahur, Coordinadora Frente de Diversidad Sexual de RD.

Hace días escucho a mis compañeras y amigas decir lo preocupadas que están, que el mundo está muy crudo, que sienten terror por salir en determinadas horas, caminar por ciertos lugares, ver a sus jefes que las ignoran, a pesar de que probablemente ellas tengan mejor curriculum que ellos, que deben denunciar acosos y armarse de valor, y peor aún, pensar que algún día sus hijas y sus nietas tendrán los mismos temores.
Es imposible dejar de pensar durante estos días desde mi lugar, como militante, cómo se han tratado los temas que afectan a las mujeres y a toda la diversidad (refiriéndome con esto a cualquier ser humano no identificado como un hombre blanco o mestizo, al menos) desde la o las izquierdas. En Chile por lo menos, sé con certeza que no se ha hecho lo suficiente.
Pelear por los derechos de las mujeres no es algo tan ambicioso, lo dijo Natalia Valdebenito desde su tribuna en el Festival de Viña mucho mejor que yo: simplemente queremos que nos respeten en la calle, que nos paguen lo mismo, que no nos acosen, que no nos violen, que no nos golpeen, que no nos maten. Lo curioso es que, por alguna razón, declararse feminista -que es básicamente no permitir que exista desigualdad entre géneros por la diferencia sexual- se ha tornado en una demanda poco válida o, al menos, políticamente incorrecta en la izquierda. La incomodidad que genera el feminismo no es sino una muestra de la incapacidad de muchos para comprender u observar el mundo a través de otros ojos.
Puedo asegurar que toda mujer que se ha declarado feminista lo ha pasado mal, porque su entorno más cercano no lo entiende, porque es “poco político”, porque es “un tema menor”, porque “no son temas reales de la gente”. Yo les digo que la discriminación y desigualdad de género no es una temática real solo para quienes no quieren verla o para quienes no quieren perder el poder que esta les otorga, para la mitad de la población, para las mujeres violadas, muertas, discriminadas o constantemente devaluadas es un problema tan real que duele. La mediocridad se ampara en el silencio para no perder la cara de vergüenza.
Con todo, a quienes creen que la igualdad de género no es un problema prioritario, les recuerdo que nosotras hemos estado en sus luchas porque son también las nuestras, porque tenemos una idea del bien común y de lo que definimos como vivir la pluralidad, que no puede ser otra cosa que la igualdad, básicamente porque sabemos que ser iguales es respetar nuestro derecho a ser diferentes y vivir en paz con ello.
Les digo también que, a pesar de vuestros miedos e incertidumbres, llegó el momento de que nos acompañen en esta a nosotras.
Resulta imposible desmarcar esta reflexión del tema más contingente: el aborto. Celebro a quienes han dado la pelea con nosotras, a quienes han tenido que tolerar la descalificación por una cuestión estratégica. Una vez más, esas descalificaciones solo demuestran la imposibilidad de algunos de empatizar y comprender, y tristemente, revelan uno de los mayores vicios que esconde la actividad política; el de ejercer el poder desde la mirada e intereses propios y no del conjunto de quienes componemos el espacio común. En cambio, quienes se han unido a esta lucha, nos dan esperanza para soñar con un nuevo comienzo, una nueva fundación, en la que se reconozca nuestro derecho a tomar decisiones sobre nuestra vida. Esto no es sobre nuestro cuerpo, es sobre nuestra vida y sobre cómo queremos vivir. Les aseguro que todo sujeto que es reconocido, tiene un nuevo inicio.
Este 8 de marzo marcharemos nuevamente, para recordar que si podemos marchar es porque otras dieron la pelea antes que nosotras, ellas quisieron un mundo mejor y se aventuraron. Sin duda hemos avanzado, pero aún tenemos una responsabilidad, por las que vienen y por nosotras mismas. ¿Qué sentido hay en una vida que no busca enriquecer su experiencia en este mundo?, ¿qué podría ser más enriquecedor que construir en conjunto por el bien de todos y todas?.
Yo marcho por una democracia donde nuestros asuntos, nuestros intereses, nuestras experiencias y subjetividades también serán un objetivo de lucha. Por eso, este 8 de marzo, yo marcho junto a mis compañeras, por un proyecto donde se tomen nuestras luchas y allí estarán también nuestros compañeros, sintiendo esta lucha como propia, porque se trata de hacer un mundo mejor para las que vienen.
Por eso marcho, por mí y por todas mis compañeras.

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