México: la madre de todas las batallas

En los últimos años en Latinoamérica se comenzó a instalar un fuerte discurso vinculado al fin del “Ciclo de Gobiernos Progresistas”. Entre sus principales exponentes se encontraban Lula de Silva en Brasil, Los Kirchner en Argentina, el Frente Amplio en Uruguay y la Concertación-Nueva Mayoría en Chile. Las elecciones de Pedro Pablo Kuczynski y Mauricio Macri en 2016, junto al triunfo de Sebastián Piñera en 2017 parecían confirmar la tendencia que sepultaba toda opción de reactivación de gobiernos de corte progresistas y socialdemócratas.
En este escenario, Costa Rica se elevó como excepción, con la elección de Carlos Alvarado en 2018, quien se autodefinía como “centroprogresista”. Sin embargo, el triunfo de la derecha conservadora en Colombia y Paraguay, reactivaron el temor de la izquierda latinoamericana, que de la mano de Venezuela y Nicaragua está pasando por uno de sus peores momentos en las últimas décadas.
Tener presente este panorama electoral es fundamental, pues el caso mexicano se alzó como la madre de todas las batallas. El contundente triunfo presidencial y parlamentario de Andrés Manuel López Obrador no constituye meramente una victoria moral en un continente cargado hacia gobiernos conservadores y de derecha, sino también es la reinstalación de un discurso progresista que ha vivido una sequía electoral que ha mermado su acción internacional y coordinación política.
La importancia de México para la región no solo proviene de su demografía (127 millones de personas estimados para 2018) o de su peso económico en América Latina. El resultado de la elección en México pone un contrapunto a Trump en Estados Unidos: mientras más agresiva era la política estadounidense hacia México, más crecía Andrés Manuel López Obrador. Esto constituye una fuerte oposición simbólica a lo que representa Trump: la derecha neoconservadora en el poder. Andrés Manuel López Obrador ha podido erigirse como la reacción de rechazo más claro y visceral de Trump en América Latina, y no será de extrañar que este ánimo comience a proliferar en el resto del continente.
El proyecto de Andrés Manuel López Obrador resulta interesante en varios niveles. En una primera mirada, nos recuerda a Pepe Mujica: en una época de fuerte desconfianza hacia los sistemas democráticos representativos, estamos frente a un líder que conecta con la ciudadanía desde su propio modo de vida. Junto a ello, pone énfasis en asuntos cruciales para el devenir de su país, en un contexto de inestabilidad y violencia interna.
Entre dichos asuntos, destaca su proyecto económico, donde espera insertar México en procesos de cadenas de valor y rescatar la producción agrícola de ese gigante latinoamericano. Seguidamente, está su proyecto anticorrupción, que probablemente fue su mejor carta de presentación y convencimiento durante su campaña presidencial. Asimismo, se encuentra su proyecto cultural, que busca reivindicar “dos Méxicos”: el prehispánico y el moderno. Complementariamente, se encuentra el proyecto contra la violencia sistemática, no sólo en resistencia al narcotráfico, sino también en irrestricta oposición a la violencia política y social. Y finalmente, y no por eso menos importante, se encuentra su proyecto internacional, pues su contrapunto a Trump podría ser el eje de reactivación de una nueva izquierda democrática y progresista en la región.
El éxito de la gestión de López Obrador en México será también un éxito para el resto de América Latina. No obstante, sus fracasos también serán nuestros. Si bien el nuevo Presidente tiene una base de apoyo electoral muy amplio, hay que advertir que la distancia ideológica entre algunos integrantes de su coalición podría dificultar la gobernabilidad de su mandato, en el contexto de un sistema federal y un país de importante envergadura comercial, cultural, económica, social, política y religiosa. Asimismo, el narcotráfico y la violencia, sin duda uno de los principales desafíos hacia el interior del país, constituirá también su principal debilidad respecto a un México que le ha dado su apoyo confiando en que su liderazgo y atributos personales los ayudará a salir de un espiral de violencia de difícil resolución.

Andrés Dibán Dinamarca, Secretario Ejecutivo Directiva Nacional

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