Chile: Cultura, cultivo, comunidades

Patricia Requena

Para enfocar la mirada
Le pido a Jonathan, joven de La Pincoya, que me diga qué opina sobre la cultura. Me responde incrédulo, con una expresión de desconcierto: “ahhh.. pensar en eso…, no se, eso a mí no me va ni me viene…; ah, a mí me importa que me dejen pintar a veces en el grupo de los chiquillos, y cuando se presenta Jesucristo Superestar en la pobla… Mira, una vez hicimos un mural en el colegio… quedo rebueno.. pero lo borraron, entonces no hice mah. Así está la cultura p´ mi, no pasa nahh; es fome porque no hayamos que hacer y tenimoh que puro vacilar regeton poh, es lo máximo…”
José, también de La Pincoya, participa en el grupo Batería La Pincoya,[1] , que sólo a “puro pulso y corazón”, desarrollan un trabajo de formación artística carnaval de aprox. 50 niños y jóvenes; allí asiste semanalmente a ensayos, talleres y presentaciones de la batucada de la que es parte hace 5 años. Se muestra feliz cuando habla del grupo, orgulloso.
Jonathan y José son sólo una muestra ínfima de grupos poblacionales que son a su vez, la gran mayoría de los habitantes del país. Al enfocarlos queda claro que en ni en el nivel local ni en nivel nacional o regional, los grupos son vistos como actores culturales; por ello, tampoco son integrados a las políticas culturales ni a los planes municipales, desde son sólo concebidos como beneficiarios, o “posible público”.
 
Luego de hacer foco en esa realidad, situando a los ejemplos citados sólo como botón de muestra de lo que ocurre en la mayoría de las comunas de Chile, es evidente la invisibilización de este tipo de procesos, tanto de las necesidades culturales de personas como Jonathan, como de experiencias como Batería La Pincoya. Tanto desde la vivencia de las personas, que no visualizan alternativas de participación cultural, como de cientos de iniciativas, que no se sienten incluidos en los programas culturales institucionales, concluimos fácilmente que ese masivo sector cultural, no goza de buena salud.
 
La concepción imperante
 
Este análisis crítico, instala al Estado y sus políticas como deudor de una perspectiva amplia, democrática, que recoja la creación cultural de todos sus habitantes como actores culturales, como hacedores de sus propios espacios culturales, del florecimiento de sus identidades. Prima una concepción que asume que Cultura es sinónimo de “civilización”, donde ella es el medio por el cual se mide el progreso y la modernización. Desde allí, el rol del Estado seria “llevar cultura a los incultos”, para que todos progresemos.
 
Desde esta concepción la producción de “los incultos” o es vista como pieza de museo o como artesanía (sin “valor” cultural), y el quehacer, las necesidades de expresión (como las de Jonathan) o iniciativas como las de la Batería La Pincoya, que es una infinitesimal muestra de los cientos de iniciativas que se desarrollan en los pueblos y poblaciones de nuestros países (Latinoamérica) quedan invisibles, ausentes en el dialogo que establece la institucionalidad que debe ocuparse del Bien Común.
 
La cultura que vive más allá de las políticas y los espacios: cultura comunitaria
Entre lo que viven y hacen ”los Jonathan” y las instituciones (municipios, gobierno, etc.), hay un ancho mundo cultural, bullente de expresividad y acción, tal como lo vemos en el ejemplo Batería La Pincoya, un proceso que involucra a decenas de familias y personas que a partir de la acción creativa, crecen, aprenden a convivir y recrean cada vez, su identidad cultural.
Para verlo así, es necesario asumir que la Cultura, los mundos simbólicos y de sentido de los grupos y las personas, es una fuerza que mueve a la comunidad hacia su propia transformación y bienestar. Esta concepción, es la que abre la posibilidad efectiva de desarrollo desde y con cultura; es así, en cuanto la cultura es acción y expresión creativa, simbólica, identitaria, libre y autónoma.
Para finalizar, sólo constatar y con ello llamar la atención para seguir la reflexión más allá de estas líneas: las experiencias que han puesto a la cultura de las comunidades en su centro, se han denominado experiencias de Cultura Comunitaria. La evidencia en el continente, es que cuando estas experiencias-proyectos son reconocidas por una política pública, que brinda los medios para mantener en el tiempo una acción cultural de la comunidad, ellas crecen y se instalan como verdaderos faros de democracia y cambio cultural.
 
 
 

Fuente Foto: http://olferleonardo.blogspot.cl/2012/12/proseo-mural-en-la-pincoya-santiago.html 
[1] https://www.facebook.com/bateriala.pincoya

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