*Columna* | Educación en tiempos de incertidumbre: Orientaciones educativas virtuales ante una comunidad presencial

La crisis sanitaria que atraviesa actualmente el país, ha evidenciado las desigualdades estructurales del sistema educativo chileno, las cuales ya habían comenzado a develarse más profundamente desde el estallido social del 18 O. Enfrentadas a una situación nunca antes vivida en la historia del país, las comunidades escolares han sido llamadas a mantener la “normalidad” y replegarse, hasta ahora, a un espacio educativo poco familiar: las aulas virtuales.

Ante esto, el sistema escolar ha tenido que realizar ajustes en sus formas de funcionamiento y en cómo se ponen en práctica la didáctica, el acompañamiento, el aprendizaje y la evaluación. En ese contexto, el Mineduc entregó orientaciones en las que advirtió de la situación irregular que vive el sistema escolar y llamó a evitar la sobrecarga de las familias. No obstante, en un sistema educativo acostumbrado a la estandarización de los resultados de aprendizaje, la inercia escolar ha hecho que se haya dado énfasis a las tareas evaluativas y al logro de los Objetivos de Aprendizaje, sin asumir un abordaje curricular y metodológico adaptado a las desiguales condiciones reales en que se encuentran las comunidades educativas, añadiendo un estrés innecesario a las familias y profesionales de la educación.  

En particular, llamado a realizar evaluaciones formativas y retroalimentación para el logro de los objetivos curriculares, que podrían ser consideradas para una calificación en el -incierto- regreso a clases, ha generado confusión y ha permitido diversas interpretaciones de las orientaciones ministeriales respecto de la evaluación, desatendiendo el contexto. El absurdo es evidente: las evaluaciones pierden todo carácter formativo, calificando actividades hechas desde casa en un contexto de incertidumbre; lo que se declara como formativo, pasa a ser sumativo

El adelanto de las vacaciones de invierno, los esfuerzo que habían iniciado las comunidades educativas fue interrumpido, sin mucha claridad sobre cuál será el la forma en que progresará el primer semestre, ni menos el segundo. La educación a distancia, por su parte, impone nuevas barreras para el aprendizaje y la participación que replican la inequidad del sistema. Por ejemplo, el celebrado canal educativo lanzado recientemente por el gobierno no cuenta con audiodescripción e interpretación en Lengua de Señas Chilena (LSCH). Tampoco hay claridad sobre cómo el contenido que este canal transmitirá se relaciona con el currículum nacional. 

Para enfrentar esta compleja e inédita situación es necesario construir soluciones teniendo en cuenta las propuestas de todos los actores educativos (docentes, asistentes de la educación, estudiantes, académicos, apoderados). Se requerirá un análisis profundo respecto de cómo abordar la implementación del currículum en el nuevo escenario, proyectando un aprendizaje más situado, contextualizado y flexible. La reflexión debiese ser sistémica, debatiendo también la inaplicabilidad del deslegitimado SIMCE y reformulando el sistema de admisión universitario. 

Creemos que es momento de que las autoridades cumplan el rol de acompañamiento que las comunidades escolares necesitan. Ellas hoy tienen un claro diagnóstico sobre cuáles son sus necesidades, qué tipo de acompañamiento esperan y  cuáles son las expectativas de los niños, niñas y adolescentes que la conforman. Lo esencial es que, en este contexto de crisis, la toma de decisiones se realice en las comunidades de forma participativa, centrada en estudiantes y docentes, relevando la realidad del aula, sea ésta virtual o presencial.

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