*Columna*|La incapacidad del gobierno que asfixia a la clase media

Un día más de confinamiento, miro el calendario, y sin darme cuenta ya se acerca fin de mes, se me aprieta la guata, me siento agobiada, una sensación de asfixia me inunda. Miro mi teléfono y no respondo llamados de números desconocidos, pienso: “ya me están llamando de la caja de compensación para cobrarme la cuota del crédito”. Por debajo de la puerta me dejan la boleta de luz. Me pregunto por qué no accedieron a suspender este cobro, me sentiría más aliviada.

Soy un número más de la abultada cifra de desempleados. Escucho los anuncios del gobierno: incluyen créditos blandos. Ingreso a la página. Se trata de una nueva improvisación de nuestras autoridades. Horas antes aseguraban se trataría de un trámite fácil y automático, pero no es así, siguen llegando tarde, la sensación de asfixia se mantiene.

En el contexto de abandono que estamos viviendo miles de familias, trabajadoras y trabajadores, la posibilidad de acceder al 10% del ahorro previsional, es un salvavidas, una suerte de respirador para aliviar la asfixia que enfrenta nuestra economía doméstica.

Reviso mis redes sociales y me encuentro con cientos de personas vendiendo comida, ropa, artesanías, plantas, lo que sea para aumentar el ingreso familiar. Me reflejo en ellos. Otros tantos venden números de rifas para ayudar a costear enfermedades de familiares. Un número no menor solicita apoyo para ollas comunes e iniciativas populares para familias a las que no les alcanza para “parar la olla” y que aún no logran ver de cerca una caja de alimentos de la tan publicitada campaña “Alimentos para Chile”.

Somos los olvidados, la llamada “clase media”, que no calzó en el perfil para recibir el ingreso mínimo familiar y que fue amenazada con cárcel por llenar mal un formulario para acceder a un bono. Cada día resuena más fuerte para mí la frase “Sólo el pueblo ayuda al pueblo”. Duele la desidia con la que han actuado las autoridades, y no deja de desconcertarme el silencio de los que condenaban la violencia “venga de donde venga”, ¿será la comodidad del privilegio?

Miedo, preocupación, estrés y angustia son reacciones normales cuando se enfrenta un riesgo real. La impotencia se me aloja en la garganta, se vuelve un nudo, el modelo fracasó, lo experimento en mi cuerpo. Se expresa en el rostro de miles, lo veo en la tele, lo leo en redes sociales, la fisura se transforma en grieta, el daño está hecho y no hay vuelta atrás.

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