Voto en el extranjero para los chilenos

¿Qué significa ser ciudadana? Alguna vez leí que la ciudadanía debía entenderse mucho más como una condición, como un estado, que como un listado de derechos. El listado de derechos es susceptible a mutaciones, puede crecer o achicarse en el tiempo, puede tener distintos énfasis y valores asociados; la condición de ciudadanía en cambio no: se es ciudadano o no se es. Es sin embargo en ciertos derechos donde la ciudadanía se hace evidente; es en un objeto, en un acto, en un beneficio, en una omisión, que nos acordamos y hacemos efectiva tal condición.
Un día conocí a una mujer sin pasaporte; una chica palestina nacida en territorio israelita que no tenía ciudadanía, que acarreaba en vez, un documento de viaje emitido por la ONU. Ella viajaba, trabajaba, estudiaba en la universidad, se hacía amigos, consumía, pero no era ciudadana. Ni aquí ni en ninguna parte. Sin pasaporte, sin ese librito y esas estampas de viaje, su ciudadanía simplemente no existía.
Yo sí tengo pasaporte, y tengo la suerte de ser ciudadana en un país en democracia. Una que en ocasiones criticamos, perfectible, pero democracia al fin y al cabo. Pero no puedo ejercer uno de los derechos principales que constituyen tal ciudadanía: el derecho a voto.La razón no es que el derecho lo haya perdido, sino que la voluntad política en mi país no ha sido la suficiente como para que se materialicen los medios que permitan ejercer dicho derecho.
Como condición, la ciudadanía viaja conmigo, entra a mi casa, se me escapa al socializar con amigos de otros territorios, se me aparece en la comida, en los requisitos para pasar por un control migratorio, en la música, en mi lectura diaria de noticias, en la manera en que escribo y hablo. Constitucionalmente, como ciudadana, mi derecho a voto está intacto. Tan así es, que si tengo los medios económicos para viajar a mi distrito cada vez que hay elecciones, puedo hacerlo, y mi nombre estará en la lista de posibles votantes. Tan así es que soy contabilizada dentro del porcentaje de quienes se abstuvieron de votar el 17 de noviembre pasado.
Lo que no existe hoy son los medios, virtuales o físicos, para que tal derecho sea ejercido: mesas en los consulados, voto por correo o voto online. Y la razón por la que tales medios no existen es porque ciertos grupos de interés, en particular en la derecha política, se han negado sistemáticamente a hacerlos efectivos. Los argumentos son múltiples: desde el supuesto sesgo hacia la izquierda que tendríamos los residentes en el extranjero arrastrado desde el destierro en dictadura, hasta el clamor porque nuestro voto sería más irresponsable al no sufrir las consecuencias de su resultado.
En la práctica, lo que ha frenado la discusión históricamente ha sido la exigencia de un “vínculo” con el país: se ha apelado históricamente a que si no existe un vínculo con Chile, como viajes periódicos o relaciones laborales, entonces el derecho a voto no debiese ser efectivo. ¿Alguien me podría explicar cómo, si votar es un derecho en cuanto soy ciudadana, se me puede exigir algo más que tal condición, para votar?
La mayoría de los candidatos presidenciales compitiendo hasta las pasadas elecciones, incorporaban esto en sus programas; sin ir más lejos, el presidente Sebastián Piñera lo incorporó como parte de sus promesas de campaña –no cumplida- hace 4 años.
Algo se ha avanzado: en agosto de este año, se aprobó en el congreso la idea de legislar el voto en el extranjero en presidenciales y plebiscitos. Aunque el argumento del vínculo estaría descartado, el proyecto sería efectivo recién para los comicios del 2017 y omitiría la elección de parlamentarios, a pesar del carácter nacional de su labor.
Si bien la voluntad política por avanzar en hacer efectivo este derecho no ha sido suficiente y ha postergado los avances a este respecto, el escenario actual parece positivo. Además de los avances legislativos ya mencionados, nos enfrentamos en el país a un cambio de eje en la discusión en la que el Estado como garante de derechos es gravitante; le debemos este cambio a los movimientos sociales y políticos que han desplazado el debate en esta dirección.
Nuestro derecho, en cuanto ciudadanos, existe; las garantías para ejercerlo son las que faltan. En el ciclo político que está por comenzar, el desplazamiento del debate está de nuestro lado, y esperamos que con este desplazamiento el Estado, en cuanto garante, se haga cargo de nuestro derecho y haga efectiva nuestra condición de ciudadanos.
Fuente: www.americaeconomia.com
Camila Cociña
Arquitecta, Master en Diseño Urbano para el Desarrollo y estudiante de PhD en Planificación para el Desarrollo en DPU, The Bartlett, University College London, Inglaterra.

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